Cuando se habla de las calabazas de Halloween o Samhain normalmente solemos encontrarnos su origen atribuido a la leyenda de Jack O’Lantern pero si queremos profundizar más en esta tradición nos encontramos con una realidad bastante distinta.
El origen de Jack O’Lantern
Entre los siglos XVII y XVIII se popularizó por todas las Islas Británicas la leyenda de Jack O’Lantern que muchos dicen que es una antigua leyenda del folklore celta pero que solo encontramos en estas islas y con testimonio no anteriores a esos siglos. El nombre de Jack O’Lantern significa literalmente «la lampara de Jack» y empezó a usarse en referencia a los fuegos fatuos que también eran llamados «Will O’ the Wisp». Posiblemente el nombre cambiase por el intento de cristianización del Samhain pagano que acabo transformándose en All Hallows’ Evening y posteriormente en Halloween.
Los fuegos fatuos con pequeñas llamas azuladas que se producen en la naturaleza cuando la materia en putrefacción expele un gas que arde en contacto con el oxígeno del aire. Es común verla en pantanos o cementerios pero también puede darse en bosques o campos. Antiguamente se pensaba que los fuegos fatuos eran espíritus que inspiraban todo tipo de leyendas. Lo cierto es que tampoco iban desencaminados porque los fuegos fatuos se producen en un momento de transformación de la materia, de renacimiento, y sabemos en el paganismo que lo material y lo espiritual forman parte de la misma realidad. La leyenda más famosa sobre los fuegos fatuos fue la que acabó dando origen a la de Jack O’Lantern.
Stingy Jack: la leyenda de Jack O’Lantern
Hay muchas versiones de la leyenda de Jack O’Lantern pero todas tienen muchos puntos en común, aquí voy a contar solo una de ellas, que ya había pasado por el filtro del cristianismo. Stingy Jack era un herrero que una noche fue atrapado robando a los vecinos de su pueblo. Estos comenzaron a perseguirle y entonces el Diablo se le aparece diciéndole que era su hora de morir. Sin embargo Jack logró tentar al Diablo ofreciéndole la oportunidad de atormentar a los aldeanos que le perseguían y que eran muy asiduos a la iglesia local. Jack le propuso que se convirtiera en una moneda de oro con la que pagaría por lo que había robado y más tarde el Diablo podría desaparecer y hacer que los cristianos se pelearan y desconfiaran entre ellos por ver quien se había quedado la moneda para el solo.
El Diablo aceptó el plan, se convirtió en una moneda y saltó al saco donde Jack llevaba lo que había robado. Lo que el Diablo no sabía es que dentro del saco había una cruz que Jack acababa de robar. Jack había cerrado bien el saco y la cruz despojó al Diablo de sus poderes. Jack le dice que solo le liberará si acepta no llevarse nunca su alma y el Diablo aceptó el trato. Jack, como todo ser vivo, acaba por morir, como su vida había estado llena de pecado no pudo subir al cielo y, como había echo un pacto con el Diablo para que no se llevara su alma, tampoco pudo entrar en el infierno. Jack se quedó sin lugar en donde pasar la eternidad y le pregunto al Diablo donde iría o como vería su camino, ya que no tenía luz, y este, burlonamente, le tiró un ascua infernal. Jack talló uno de sus nabos (su comida favorita), puso el ascua dentro del nabo y comenzó a vagar interminablemente por la tierra en busca de un lugar donde descansar al fin. Y es por eso que se le conoce como Jack O’Lantern, el Jack de la linterna.
De los nabos tallados a la popularización de las calabazas
La leyenda de Jack O’Lantern solo era conocida en las Islas Británicas pero el éxito del relato corto de Washington Irving La Leyenda de Sleepy Hollow (1820), donde se vinculaba las calabazas como sustitutas de la cabezas decapitada del jinete sin cabeza, hizo que, junto con la inmigración inglesa, en el siglo XIX se popularizara en Estados Unidos la costumbre de tallar calabazas. Dada la influencia de Estados Unidos desde ese momento en la cultura occidental a través del arte las calabazas se convirtieron en lo más extendido por todo el mundo en Halloween.
Pero lo cierto es que podemos encontrarnos por toda Europa la costumbre de tallar nabos y remolachas normalmente asociados con los difuntos. En Francia existen los guénels, faroles tallados en remolachas que se utilizan en el défilé des guénels, una fiesta que se celebra en diciembre cerca de Navidad, aunque parece que es una festividad relativamente reciente y por lo tanto puede estar influida por la tradición de Jack O’Lantern.
En casi toda España podemos encontrar referencias al uso de remolachas, nabos, calabazas y calabacines tallados e iluminados con velas con referencia a los difuntos especialmente en la festividad de Todos los Santos, aunque también hay tradiciones que los sitúan en fechas diferentes entre octubre y noviembre. Estas tradiciones aún perduran aisladamente en algunas localidades pero en la mayoría de pueblos se han perdido. De todas formas sabemos que se usaban en Cantabria Asturias, Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Cataluña y Aragón.
En varias zonas de Italia también nos encontramos la talla de calabazas y remolachas con y sin relación con los difuntos, las conca e mortu, o las zozzo son solo ejemplos de ello. Al no haber influencia celta en Italia la teoría que decía que esta tradición de tallar nabos o calabazas es de origen celta pierde su peso. De hecho hay algunos expertos que dicen que pueden tener su origen en las feralia lucem romanas, una luces que se utilizaban como ofrenda a los difuntos.
El sentido mágico y espiritual de las calabazas talladas y su practicidad
Había diversas razones por las que en el día de Todos los Santos existiera la necesidad de dejar velas durante la noche, pero hay algunas de índole práctica que también sería importante considerar. Gracias a la tradición oral que conservábamos y que he podido conocer de pequeños pueblos de las comarcas de Tierra de Campos, Sanabria, Benavente y los Valles, Sayago y Tierra de Alba no siempre se utilizaban hortalizas para alojar las velas.
Hay relatos que nos cuentan como era habitual aprovechar las calaveras del ganado para poner una vela dentro el día de Todos los Santos en los límites de los campos y en las calles de los pueblos. También que el uso de velas no era tan extendido y que cuando se utilizaban hortalizas se solía poner agua y aceite dentro con una mecha para hacer una improvisada lámpara de aceite. Todo esto nos hace pensar en la practicidad de esta tradición ya que las calaveras servirían para evitar que las velas fueran apagadas por el viento y los nabos y remolachas cumplirían esa misma función además de servir como recipiente del líquido que mantendría viva la llama toda la noche.
Pero dejando a un lado ese sentido más práctico nos encontramos con que casi siempre suelen tener un sentido espiritual muy similar. En algunas partes las luces se usaban para guiar a los espíritus en la noche de Samhain/Todos los Santos bien para llevar a cada uno a casa de sus familiares vivos o bien para crear un camino que los alejara de los vivos y evitar así que se los llevaran con ellos al más allá. De hecho en algunos pueblos castellanos se decía que quien no dejara una vela en esta noche sería llevado por la Hueste de Ánimas (lo que en Galicia se conoce como la Santa Compaña).
También se colocaban las luces cerca de graneros, campos y granjas para evitar que los espíritus entrasen o pasasen a través de ellos pues se pensaba que los difuntos malograrían la fecundidad y productividad. La luz como ofrenda quedó relegada a las Iglesias y al interior de las casas con la difusión del cristianismo, aunque con el sentido de las feralia lucem romanas.
En la actualidad nuestras calabazas, nabos o remolachas talladas tienen ese doble sentido: guiar a las almas perdidas y mostrarles un camino por donde ir y como ofrenda. Se pueden utilizar calaveras de cerámica donde alojar una vela, calabazas, nabos o remolachas talladas, todo depende de como sientas que es mejor para ti y para honrar a tus ancestros, la tierra donde vives y tu tradición. Si vas a utilizar una hortaliza natural sería bueno que escogieras alguna típica de la zona en la que vives ya que así honrarías no solo a los difuntos sino también a los espíritus de la tierra.